lunes, 3 de marzo de 2008

¿De qué nos sirve la esperanza?




Esperamos que vengan tiempos mejores, que la economía crezca, que nuestros políticos se conviertan en hombres honestos y responsables; mantenemos viva la esperanza de que un día México logre superar la pobreza y distribuir mejor la riqueza. Pero la verdad es que no nos sirve de nada: es una esperanza inútil porque es pasiva. Eduardo Subirats la identifica como “la expectación paciente de una plenitud sin historia, sin comunidad y sin conciencia”[1]
¿Cómo no darle la razón si sabemos que la situación social y política del país anda mal, y nos quejamos hasta el cansancio, pero nosotros no hacemos absolutamente nada? Cada día nos sorprendemos menos de las injusticias que se cometen en nuestras comunidades; no nos damos cuenta que los asuntos públicos nos resultan cada día más extraños y cosa exclusiva de partidos políticos. Nos hemos olvidado que nosotros, como sociedad, debemos asumir un papel activo en la toma de decisiones.
La participación ciudadana, sobre todo de los jóvenes, es más que nunca necesaria para forjar una verdadera cultura democrática, más allá del voto en las urnas cada seis o tres años. No podemos dejar la política sólo en manos de las autoridades: ésta nos compete a todos no sólo como sociedad; sino también como seres humanos. Sociedad y gobierno tenemos que entender que la política debe basarse en la discusión y confrontación de las ideas a través del debate. El futuro de nuestro país debe construirse por la sociedad en su conjunto, y no sólo por unos cuantos en el poder.
A los jóvenes nos corresponde luchar por una sociedad incluyente, en la que se proteja y respete el derecho de cada persona a definirse a sí misma; nos toca ser la voz de una conciencia crítica que ayude a renovar y actualizar la plataforma política y humana de nuestro país; los jóvenes tenemos la responsabilidad de no dejar nuestros ideales sólo en tinta y papel: nos toca convertir la esperanza pasiva en acciones concretas, en fuerza de verdadera mejora de nuestra sociedad.

[1] Subirats, Eduardo.(2006). La Existencia Sitiada. Editorial Fineo. México, pág. 283.
(Fotografía de Eduardo Longoni)

domingo, 2 de marzo de 2008

Siempre Sucede...

Siempre sucede... dudo mucho a qué se haya referido Goya cuando escribió estas palabras, o lo que quiso decir Alejo Carpentier al insertarlas justo al comienzo del cuarto capítulo de su novela El Siglo de las Luces, pero lo cierto es que tienen razón: siempre sucede. No importa qué... lo más inesperado, lo imposible, lo perdido hace tiempo; o bien lo predecible, lo lógico, obvio y dado por sentado.
Siempre sucede esto de encontrarse entre líneas que no nos pertenecen, están ahí para susurrarnos, a veces gritarnos: "está sucediendo". Siempre sucede esto de no encontrarse en los rostros que pasan a un lado, en las palabras repetidas día con día, en la imagen que puntualmente escupe el espejo por las mañanas.
Siempre sucede... que nos ilusionamos, y al segundo siguiente nos decepcionamos. Siempre sucede todo y nada a la vez, lo más grande y lo más pequeño habitando dentro de nosotros, confundiéndose.
¿Qué es lo que sucede? La vida nos está sucediendo... nosé por qué hoy no parece relevante, nosé por que hoy, justo hoy, lo que sucede se siente ajeno, lejos...acaso inservible o inútil...

Tú eres ese Temblor

Cuando abro los ojos, y el dolor de un nuevo día me atrapa;
Cuando prendo el automóvil y el temor me hace querer salir corriendo;
Cuando el celular suena, y la incertidumbre se apodera de mí;
Cuando río, lloro, hablo, callo y me sumerjo en lo más profundo de mí;
Cuando trabajo, descanso, sonrío o me pregunto qué carajos hago aquí.

Tú, que siempre me acompañas, que te me escondes en el ruido del mundo;
Tú, que le susurras a mi alma el rumbo en medio de la tempestad;
Tú, que entre tanta mentira eres siempre verdad;
Tú, única con la capacidad de hacerme estremecer hasta las lágrimas.

Tú, a la que tantas veces he ignorado y pisoteado
Tú que permaneces cuando todo cambia
Tú que sientes un inagotable anhelo de eternidad
Tú que nunca te cansas de mí.

Tú la valiente, la que te quedas cuando yo ya he huido
Tú la honesta, que no sabe utilizar a la mentira como un salvavidas
Tú la más fuerte, la que no se escuda en fragilidad
Tú la más brillante, la luz que ilumina las tinieblas de mi corazón
Tú quien en el silencio sabe encontrarme
Tú…esa sensación de paz
Tú eres ese temblor: tú eres yo.